sábado, 21 de mayo de 2011

EL HOMBRE MEDIOCRE



JOSE INGENIEROS

El ideal es un gesto del espiritu hacia alguna perfeccion.

Un hombre, un grupo o una raza son idealistas porque circunstancias propicias determinan su imaginación a concebir perfeccionamientos posibles. Los ideales aparecen cuando el pensar alcanza tal desarrollo que la imaginación puede anticiparse a la experiencia; son creencias que influyen en nuestra conducta en la medida en que lo creemos.La imaginación es la madre de toda originalidad la cual despoja a la realidad de todo lo malo y lo adorna con todo lo bueno. El idealismo se trata de un juego de palabras que transportan a la doctrinas filosoficas el sentido que tienen los vocablos idealismo y materialismo en el orden moral.

Se es idealista persiguiendo las quimeras mas contradictorias; sin ideales seria inconcebible el progreso; los ideales aspiran a conjugar en su mente la inspiración y la sabiduría. Los ideales suelen ser esquivos o rebeldes a los dogmatismos sociales que los oprimen. Resisten la tirania del engranaje liberador, aborrecen toda coaccion, sienten el peso de los honores con los que se intenta domesticarlos y hacerlos complices de los intereses creados, dóciles, maleables, solidarios, uniformes en la comun mediocridad.

Los ideales romanticos son exagerados porque son insaciables; comprenden que todos los ideales contienen una poaarticula de utopia y pierden algo al realizarse. Creen que la suprema dignidad se incuba en el sueño y la pasion. En todo lo perfectible cabe un romanticismo: su orientación varia con los tiempos y con las inclinaciones. Algunos romanticos se creen providenciales y su imaginación se revela por un mismismo constructivo.

Las lecciones de la realidad no matan al idealista: lo educan. Busca los caminos propicios, aprende a salvar las asechanzas que la mediocridad le atiende. El idealista estoico mantienese hostil a su medio. Su actitud es de abierta resistencia a la mediocridad organizada; le sirve estar libre para realiza toida perfeccion que solo dependde de su esfuerzo.

•Capítulo 1

La mediocridad podra definirse como una ausencia de caracteristicas personales que permiten distinguir al individuo en su sociedad. La personalidad individual comienza en el punto preciso donde cada uno se diferencia de los demas. El hombre sin personalidad no es un modelo, sino una sombra.

Cada uno es el producto de dos factores: la herencia y la educación. La primera tiende a proveerle de los organos y las funciones mentales que le transmiten las generaciones precedentes; la segunda es el resultadote las multiplesinfluencias del medio sociales que esta obligadoa vivir. Esta accion educativa es una adaptación de las tendencias hereditarias a la mentalidad colectiva: una continua aclimatizacion del individuo en la sociedad. La imitación desempeña un paple amplisimo, exclusio en la foprmacion de la personalidad social. La diversa adaptación de cada individuo a su medio depende del equilibrio entre lo que imita y lo que inventa. El predominio de la variación determina la originalidad. Variar es ser alguien, diferenciarse es tener un carácter propio. La funcion capital del hombre mediocre es la paciencia imitativa,; la del hombre superior es la imaginación creadora.

Todos los hombre de personalidad firme son hostiles a la mediocridad. La psicología de los hombres mediocres caracterizase por un riesgo comun: la incapacidad de concebir una perfeccion, de formarse un ideal.

La vulgaridad es el aguafuerte de la mediocridad. Transforma el amor de la vida en pusilanimidad, la prudencia en cobardia, el orgullo en vanidad, el respeto en servilismo. Lleva a la ostentación, la avaricia, a la falsedad, a la avidez, a la simulación.

•Capítulo 2

La Rutina es un esqueleto fosil cuyas piezas resisten a la carcoma de los siglos. En su orbita giran los espiritus mediocres: es el habito de renunciar a pensar; repiten que es preferible lo malo conocido a lo bueno por conocer. Todo es menor esfuerzo. Los rutinarios razonan con la logica de los demas, son intolerantes, prefieren el silencio y la inercia; no pensar es su unica manera de no equivocarse. Adora el sentido comun sin saber de seguro en que consiste; confundenlo con el buen sentido, que es su síntesis. Son incapaces de guardar un secreto; confiarselo equivale guardar un tesoro en una caja de vidrio. La mediocridad intelectualhace al hombre solemne, modesto, indeciso y obtuso. Cuando no le envenenan la vanidad ni la envidia, diriase que duermen sin soñar.

El hombre mediocre que se aventura en la liza social tiene apetitos urgentes: el éxito. No sospecha que existe otra cosa, la gloria, ambicionada solamente por los caracteres superiores. Aquel es un triunfo efimero, al contado: esta es definitiva. El uno se mendiga; la otra se conquista.

•Capítulo 3

La hipocresía es el arte de amordazar la dignidad. Los hombres rebajados por la hipocresía viven si ensueño. Ninguna fe impulsa a los hipócritas; no sospechan el valor de las creencias rectilineas. Esquivan la responsabilidad de sus acciones, son audaces en la traicion y timidos en la lealtad. Cierran todas las rendijas de su espiritu por donde podria asomar desnuda su personalidad, sin el ropaje social de la mentira. El hipócrita suele aventajarse de su virtud fingida, mucho ams que le verdadero virtuoso.

Las mediocracias de todos los tiempos son enemigas del hombre virtuoso: prefieren el honesto y lo encumbran como ejemplo. La virtud eleva sobre la moral corriente; implica cierta aristocracia del corazon, propia del talento moral; el virtuoso se anticipa a alguna forma de perfeccion futura y le sacrifica los automatismos consolidados por el habito. El honesto, en cambio, es pasivo aunque permanece por debajo de quien practica actifvamente alguna virtud y orienta su vida hacia algun ideal limitandose a respetar los prejuicios que lo asfixian. Admirar al hombre honesto es rebajarse; adorarlo es envilecerse.

Los tranfugas de la moral son rebeldes a la domesticacion; desprecian la presente cobardia de Tartufo. Ignoran su equilibrismo, no saben simular, agraden los principios consagrados; y como la sociedad no puede tolerarlos sin comprometer su propia existencia, ellos tienden sus guerrillas contra ese mismo orden de cosas cuya custodia obsesiona a los mediocres.

La honestidad es una imitación; la virtud es una originalidad. Ser honesto significa someterse a las convenciones corrientes; ser virtuoso significa a menudo ir contra ellas. La evolucion de las virtudes depende de todos los factores morales e intelectuales. El cerebro suele anticiparse al corazon pero nuestros sentimiento influyen mas intensamente que nuestras ideas de la formación de los criterio morales. La virtud es una tension real hacia lo que se coincibe como perfeccion ideal. Cada uno de los sentimiento sutiles para la vida humana engendra una virtud; el hombre mediocre ignora esas virtudes.

Los pequeños virtuosos prefieren la practica del bien a su predica: evitan los sermones y enaltecen su propia conducta. Nunca olvidan sus propias culpas y errores, y si no justifican las ajenas, tampoco se preocupan de atormentarlas con su odio, pues saben que le tiempo las castiga fatalkmente. Su corazon es sensible a las pulsiones de los demas. Aprueban y cultivan cualquier germen de cultura.

La santidad existe: los genios morales son los santos de la humanidad. Toda santidad es excesiva, desbordante, obsesionadota, obediente, incontrastable: es genio. La santidad crea o renueva por eso el genio moral es incompleto mientras no actua.

•Capítulo 4

El hombre que piensa copn su propia cabeza y la sombra que refleja los pensamoientos ajenos parece pertenecer a mundos distintos. Hombres y sombras: difieren como el cristal y la arcilla. El cristal tiene una forma preestablecida en su propia composición quimica: cristalizan en ella o no; pero nunca tomara otra forma que la propia. De igual manera que el hombre superior es siempre uno. Si el clima le es propicio proyecta sobre el medio sus caracteristicas propias. La arcilla, en cambio, carece de forma propia y toma la que le imprimen las circunstancias exteriores, los seres que la presionan o las cosas que la rodean; conserva el rastro de todos los zurcos y el hoyo de todos los dedos.

La costumbre a obedecer engendra una mentalidad domestica. El que nace de siervos le trae en la sangre. Hereda habitos serviles y no encuentra ambiente propicio para formarse un carácter. Las vidas iniciadas en la servidumbre no adquieren dignidad.

El orgullo, subsuelo indispensable de la dignidad, imprime a los hombres cierto gesto que las sombras censuran: la vanidad. El vanidoso vive comparandose con los que lo rodean, envidiando toda excelencia ajena y carcomiendo toda reputacion que no puede igualar.

El que aspira a parecer renuncia ser. Credo supremo de todo idealismo, la dignidad es univoca, intangible, intransmutable. Es síntesis de todas las virtudes que acercan al hombre y borran la sombra: donde ella falta no existe el sentimiento del honor. Y asi como los pueblos sin dignidad son rebaños, los individuos sin ella son esclavos. La dignidad estimula toda perfeccion del hombre; la vanidad acicatea cualquier éxito de la sombra. Los orgullosos tienen el culto de su dignidad: quieren poseerla inmaculada, libre de remordimientos, sin flaquezas que la envilezcan o la rebajen. A ella sacrifican bienes, honores, exitos: todo lo que es prpicio al crecimiento de la sombra.

•Capítulo 5

La envidia es una adoración de los hombres por las sombras, del merito por la mediocridad. El que envidia se rebaja sin saberlo, se confiesa subalterno. La envidia nace, pues, del sentimiento de inferioridad respectop de su objeto; los celos derivan del sentimiento de posesion comprometido; la emulación surge del sentimiento de potencia que acompaña a toda noble afirmación de la personalidad. Por deformación de la tendencia egoísta algunos hombres estan naturalmente inclinados a envidiar a los que poseen tal superioridad por ellos anhelado en vano; la envidia es mayor cuando mas imposible se considera la adquisición del bien codiciado. Es el reverso de la emulación; esta es una fuerza propulsora y fecunda, siendo aquella una remora que traba y esteriliza los esfuerzos del envidioso.

Siendo la envidia un culto involuntario del merito, los envidiosos son, a pesar suyo, sus naturales sacerdotes. El envidioso activo posee una elocuencia intrepida, disimulando con niagaras de palabras su estiptiquez de ideas. Prentende sondar los abismos del espiritu ajeno, sin haber podido nunca desenredar el propio. El envidioso cree marchar al calvario cuando observa que otros escalan la cumbre. Muere en el tormento de envidiar al que le ignora o desprecia. Lo que es para otros causa de felicidad, puede ser objeto de envidia. El motivo de la envidia se confunde con el de admiración, siendo ambos dos aspectos de un mismo fenómeno. Solo que la admiración nace en el fuerte y la envidia en el subalterno. Envidoar es una forma aberrante de rendir homenaje a la superioridad. El gemido que la insuficiencia arranca a la vanidad es una forma especial de alabanza. Toda culminacion es envidiada. En la mujer la belleza. El talento y la fortuna en el hombre. En ambos la fama y la gloria, cualquiera que sea su forma. El hombre vulgar envidia las fortunas y las posiciones burocraticas. El talento-en todas sus formas intelectuales y morales: como dignidad, como caracater, como energia-es el tesoro mas envidiado entre los hombres. Hay en el domestico un sordido afan de nivelarlo todo, un obtuso horror a la individualizacion excesiva: perdona al portador de cualquier sombra moral, perdona la cobardia, el servilismo, la mentira, la hipocresía.

El castigo de los envidiosos estaria en cubrirlos de favores, para hacerles sentire que su envidia es recibida como homenaje y no como un estiletazo.


•Capítulo 6

Las canas son un mensaje de la Naturaleza que nos advierte la proximidad del crepúsculo. Las canas visibles corresponden a otras mas graves que no vemos: el cerebreo y el corazon, todo el espiritu y toda la ternura, encanecen al mismo tiempo que la cabellera. La decadencia del hombre que envejece esta representada por una regresión sistematica de la intelectualidad. Al principio, la vejez mediocriza a todo hombre superior; mas tarde, la decrepitud interioriza al viejo ya mediocre. Cuendo el cuerpo se niega a servir todas nuestras intenciones y deseos, o cuando estos son medidos en prevencion de fracaso, podemos afirmar que ha comenzado la vejez.

La personalidad individual se constituye por sobreposiciones sucesivas de la experiencia. En sus capas primitivas y fundamentales yacen las inclinaciones recibidas hereditariamente de los antepasados: la “mentalidad de la especie”. En las capas medianas encuentrase las sugestiones educativas de la sociedad: la “mentalidad social”. En las capas superiores florecen las variaciones y perfeccionamientos recientes de cada uno, los rasgos personales que no son patrimonio colectivo: la “mentalidad individual”. Inferior, mediocre o superior, todo hombre adulto atraviesa un periodo estacionario, durante el cual perfecciona sus aptitudes adquiridas, pero no adquiere otras nuevas. Mas tarde la inteligencia entra en su ocaso.

A la natural lentitud del fenómeno agreganse las diferencias que el reviste en cada individuo. Los que solo habian logrado adquirir un reflejo de la mentalidad social, poco tienen que perdewr en esta inevitable bancarrota: es el empobrecimiento de un pobre. Y cuando, en plena senectud, su mentalidad social se reduce a la mentalidad de la especie, inferiorizandose, a nadie le sorprende ese pasaje de la pobreza a la misera.

La psicología de la vejez denuncia ideas obsesivas absorbentes. Todo viejo cree que los jóvenes lo desprecian y desean su muerte para suplantarle. Traduce tal mania por hostilidad a la juventud, considerandola muy inferior a la de su tiempo.

Nacer y morir son los terminos inviolables de la vida. Nacemos para crecer; envejecemos para morir. Todo lo que la Naturaleza nos ofrece para el crecimiento, nos lo substrae preparando la muerte. Sin embargo, los viejos se quejan de que no se les respete bastante, mientras los jóvenes se desesperan por lo excesivo de ese respeto. Toda sociedad en decadencia es propicia a la mediocridad y enemiga de cualquier excelencia individual; por eso a los jóvenes originales se les cierra el acceso al gobierno hasta que hayan perdido su arista propia., esperando que la vejez los nivele, rebajandolos hasta los modos de pensar y sentir que son comunes a su grupo social.

•Capítulo 7

Siempre hay mediocres. Son perennes. Lo que varia es su prestigio y su influencia. En las epocas de exaltacion renovadora muestranse humildes, son tolerados; nadie los nota, no osan inmiscuirse en nada. Cuando se entibian los ideales y se reemplaza lo cualitativo por lo cuantitativo, se empieza a contar con ellos. Apercibense entonces de su nuecero, se mancomunan en grupos, se arrebañan en partidos. Crece su influencia en la justa medida en que el clima se atempera; el sabio es igualado al analfabeto, el rebelde al lacayo, el poeta al prestamista. La mediocridad se condensa, conviertese en sistema, es incontrastable.

Una patria es sincronismo de espiritus y de corazones, temple uniforme para el esfuerzo y homogenea pisposicion para el sacrificio, simultaneidad en la aspiracion de la grandeza, en el pudor de la humillación y en el desseo de la gloria. Hay que tener ensueños comunbes, anhelar juntos grandes cosas y sentirse decididos a realizarla, con la seguridad de que al marchar todo en pos d un ideal, ninguno se quedara en mitad de camino contando sus talegas. La patria esta implicita en la solidaridad sentimetal de una raza y no en la confabulación de los politiquistas que medran a su sombra. Cuando no hay patria no puede haber sentimiento colectivo de la nacionalidad pero no hay manera mas baja de amar a la patria que odiando a las patrias de los otros hombres.

Ricos terratenientes o poderosos industriales pagan a peso de oro los votos coleccionados por agentes impudicos; señorzuelos advenedizos abren sus alcancias para comprarse el unico diploma accesible a su mentalidad amorfa; asnos enriquecidos aspiran a ser tutores de pueblos, sin mas capital que su constancia y sus millones. Necesitan ser alguien; creen conseguirlo incorporandose a las piaras. Ese afan de vivir a expensas del Estado rebaja la dignidad.

Los arquetipos de la mediocracia viven durante años en acecho; escudanse en rencores politicos o en prestigios mundanos, echandolos como agraz en el ojo de los inexpertos. Mientras yacen aletargados por irredimibles ineptitudes, simulanse proscritos por misteriosos meritos. Claman contra los abusos del poder, aspirando a cometerlos en beneficio propio. En la mala racha, los facciosos siguen oropelandose mutuamente, sin que la resignacion al ayuno disminuye a la magnitud de su apetito. Los arquetipos suelen interrumpir sus humillados silencios con innocuas pirotecnias verbales. No astinan a sostener la reputacioncon que los exornan: desertaron el Parlamento el dia mismo en que los eligen, como si temieran ponerse en descubierto y comprometer a los empresarios de su fama. El pueblo los ignora y pasan por la historia con la pompa superficial de fugitivas sombras chinescas; el favoritismo es su esclavitud frente a cien intereses que los acosan; ignoran el sentimiento de la justicia y el respeto del merito. Las mediocracias niegan a sus arquetipos el derecho de elegir su oportunidad. Los atalajan en el gobierno cuando su organismo vacila y su cerebro se apaga: quieren al inservible o al romo.

•Capítulo 8

Ningun filosofo, estadista, sabio o poeta alcanza la genialidad mientras en su medio se siente exotico o inoportuno; necesita condiciones favorables de tiempo y de lugar para que su aptitud se convierta en funcion y marque una epoca en la historia. El ambiente constituye el “clima”del genio y la oportunidad marca su “hora”. Sin ellos, ningun cerebro excepcional puede elevarse a la genialidad; pero el uno y la otra no bastan para crearla. Nacen muchos ingenios excelentes en cada siglo. Uno entre cien. El secreto de la gloria es coincidir con la oportunidad. Se entreabre y cerce, sintetizando un ideal implicito con el porvenir inminente o remoto. Si tal hombre nace en tal clima y llega en tal hora oportuna, su aptitud preexistente, apropiada a entrambos, se desenvuelve hasta la genialidad. El genio es una fuerza que actua en funcion del medio.

Sarmiento tenia la clarividencia del ideal y habia elegido sus meiods: organizar civilizando, elevar educando. Presidio la Republica contra la intencion de todos: obra de un hado benefico. Arriba vivio batallando como abajo, siempre agresor y agredido. Cumplia una funcion historica. Por eso, como el heroe del romance, su trabajo fue la lucha, su descanso pelear. La unidad de su obra es profunda y absoluta., nop obstante las multiples contradicciones nacidas por el copntraste de su conducta con las oscilaciones circunstanciales de su medio. Entre alternativas extremas, Sarmiento conservo la linea de su carácter hasta la muerte. Su madurez siguió la orientación de su juventud; llego a los ochenta años perfeccionando las originalidades que habia adquirido a los treinta. Se equivoco innumerables veces, tantas como solo puede concebirse en un hombre que vivio pensando siempre. Cambio mil veces de opinión en lo detalles, porque nunca dejo de vivir; pero jamas desvio la pupila de lo que era esencial en su funcion. Su espiritu salvaje y divino parpadeaba corno un faro, con alternativas perturbadoras. Era un mundo que se oscurecia y se alumbraba sin sosiego: incesante sucesion de amaneceres y de crepúsculos fundidosen el todo uniforme del tiempo. En ciertas epocas parecio nacer de nuevo con cada aurora; pero supo oscilar hasta lo infinito sin dejar nunca de ser el mismo. Miro siempre al porvenir, como si el pasado hubiera muerto a su espalda: el ayer no existia, para él, frente al mañana.

Al igual que Sarmiento, Ameghino tambien llego en su clima y a su hora. Por singular coincidencia, ambos fueron maestros de escuela, autodidactos, sin titulo universitario, formados fuera de la urbe, fuera de la mentira mundana. Revelar y crear fue su mision